
Recibo muchas invitaciones a conferencias, presentaciones de libros o inauguraciones de exposiciones que anuncian un vino español al final del acto. Y, en efecto: al acabar, los asistentes socializamos tomándonos un vino (español o de otra procedencia), o un agua, o un refresco, o una cerveza, acompañados —o no— de un picoteo ligero… Muchas veces, se consumen muchas más cervezas que vinos en ese tipo de actos, pero aún no he recibido ninguna invitación que me diga que al final del acto habrá unas cervezas, o un cerveceo o unas birras.
Sigo teniendo amigos, conocidos y parientes que me proponen quedar el sábado o el domingo “al vermú”, y luego rara vez tomamos vermú —en mi caso, solo cuando es un acreditado establecimiento centenario que frecuento, especializado en ese licor—, y nos inclinamos más por cervezas o por vinos (tinto, blanco o rosado —al que en la Ribera del Duero llamamos claro o clarete—).
Paréntesis, que reviento si no os lo cuento. Un día, en una comida, cuando estábamos eligiendo el vino, un amigo me soltó esta frase desde entonces para mí lapidaria: “El blanco, para el pescado. El tinto, para las personas”.
Ni la expresión vino español ni la palabra vermú vienen en el Diccionario de las academias en el sentido en que todos los habréis entendido en los párrafos anteriores. Claro tampoco viene; pero clarete, que es un derivado de claro, sorprendentemente sí.
Picoteo sí viene en el Diccionario oficial, y definido como “acción y efecto de picotear”. Y sobre este término, sobre picotear, nos dice el Diccionario que es “tomar una ligera porción de alimento”. No estoy muy de acuerdo. Creo que picotear es más bien “tomar uno o varios alimentos en sucesivas porciones pequeñas”. Todos habréis visto más de una vez a algunos asistentes a un vino español que se ponen ciegos de ibéricos, de quesos, de gambas, de gildas, de patatas fritas, de croquetas, de timbales de tortilla, de mini hamburguesas, de brochetas, de taquitos de cazón… todo lo que pillan. Están de picoteo, es evidente, pero no “toman una ligera porción de alimento”.
A propósito de gambas: “La de langostinos que hay que comerse en las ruedas de prensa para llevar un bocado caliente a casa, a la familia”, decía hace muchos años un colega del periodismo económico, harto de tantas convocatorias informativas de empresas y de bancos que concluían con un vino español.
Gilda, por cierto, tampoco viene en el Diccionario. Y mira que están buenas las gildas y que llevan tiempo la palabra y el producto en la boca de multitud de hablantes. ¡Casi 80 años! El término, que comenzó a usarse en San Sebastián para referirse a una banderilla que por lo general lleva aceituna, anchoa y guindilla, hacía referencia a la protagonista de la película Gilda, que es de 1946. Leo que ambas, la banderilla y Gilda, protagonizada por Rita Hayworth, eran “saladas, verdes y un poco picantes”.
Me encuentro a menudo en el vermú o en actos con vino español a académicos y a lexicógrafos. Voy a decirles que le den una vuelta a todo el campo semántico de los aperitivos, los agasajos y los cócteles. Está desactualizado en los diccionarios.
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